Estudio del
paisaje en la Región del Bermejo, La Rioja.
Prof.Lic.Adriana Mercedes González
Magister en Estudios Sociales
Partiendo
de la hipótesis de la tesis doctoral, de que
“El actual
paisaje en la Región del Bermejo de la Provincia de La Rioja es el resultado de
la acción humana en el uso de los recursos naturales (agua y suelo) con fines
agropecuarios y se encuentra en estrecha relación con el crecimiento y
distribución poblacional produciendo lentas transformaciones del paisaje en el
período 1990-2010” (González, 2012), se plantea el siguiente ensayo como una manera de
reflexionar sobre las diferentes teorías del paisaje existentes a lo largo de
la historia, para luego encuadrar el proyecto de tesis doctoral. Todo ello,
partiendo del estudio dinámico de las categorías fundadoras de la Geografía
desde la reflexión teórica sobre el espacio y el paisaje en el período actual.
La Geografía propone algo más que
describir paisajes, pues la simple descripción nos da elementos suficientes
para una comprensión global de aquello que pretendemos conocer geográficamente,
la organización de los espacios. Sin embargo, “la fisonomía del espacio geográfico puede ser de suma utilidad para el
análisis geográfico cuando se lo aborda superando lo aparente o lo anecdótico.
Es decir, superando la descripción de sus rasgos a modo de una fotografía
hablada, ir más allá y preguntarnos acerca de las razones y factores que
participaron en la generación de una determinada apariencia”. (Chioza y
Carballo, 2006).
El paisaje, en efecto, se convirtió
desde principios del siglo XIX en un objeto esencial de la investigación
geográfica. Se aceptó que “la combinación
de los fenómenos en la superficie terrestre se traduce en tipos diferentes de
paisajes (Landschaften, Landscapes, paysages) en unas morfologías diferenciadas
del territorio” (Capel, 1981). “En
Alemania, el concepto Kulturlandschaft fue introducido por Otto Schluter
(1872-1952) que insistió en la noción de paisaje como objeto de la Geografía y
en la importancia de describir de forma precisa el paisaje, punto de partida
para una posterior clasificación y en analizar su génesis y su evolución a
partir del primitivo paisaje natural, así como su organización funcional”
(Capel, 1981).
La preocupación por la asociación del
paisaje y actividad económica o desde la línea culturalista aparece en otros
autores. “Desde el primer enfoque se
puede mencionar la obra de Leo Weibel (1888-1951) al hablar de paisajes
económicos resultado de cada tipo de economía de un lugar. Con respecto al
segundo enfoque, la obra de Oscar Schmieder (nacido en 1891) que remarca la
preocupación por la transformación de los paisajes en relación con la
influencia de la acción humana, y en particular se interesó por el problema del
paso desde los paisajes naturales a los paisajes culturales” (Capel, 1981).
El estudio del paisaje es evidente
también en la Geografía Francesa. Vidal de La Blache utilizó en varias
ocasiones el término de clara raíz humboldtiana, el de “fisonomía” como reflejo
de las relaciones entre diversos fenómenos físicos y biológicos y le asignó a
la Geografía, la tarea especial de estudiar las expresiones cambiantes que
revisten, según los lugares, la fisonomía de la tierra. Así mismo, “Max Sorre afirma en un artículo publicado en
1958 que toda Geografía radica en el análisis de la Geografía del paisaje” (Capel,
1981).
El paisaje resulta de la relación
entre tres niveles de la configuración: “una
estructura en que se fundamenta, una forma en que se materializa y una faz en
que se manifiesta” (Martínez de Pisón, 1998). La región se traduce en un
paisaje y éste es reflejo de las relaciones que se establecen entre elementos
naturales y humanos. “El paisaje es la
expresión sensible de una larga trama de interrelaciones establecidas entre la
sociedad y el territorio; y este análisis nos permite aproximarnos a la
interpretación de lo percibido y aparente a nuestros sentidos como expresión de
las fuerzas profundas que han contribuido a su configuración” (Chioza y
Carballo, 2006).
En el marco de esta caracterización
general del estudio del paisaje, esta propuesta tiene como finalidad realizar
un aporte desde la Geografía como una manera de reconocer la forma y disposición
de los fenómenos de la superficie en tanto que son perceptibles por los
sentidos. Desde esta postura, se analizará como problemática: las
transformaciones del paisaje; reconociendo además, que los paisajes constituyen
las configuraciones de los espacios geográficos, que además de ejercer las
funciones territoriales básicas de esos espacios, son capaces de tener una
intensa influencia moral y cultural. En este sentido, nos introducimos en la
temática central del análisis de las transformaciones en el paisaje rural en la
Región del Bermejo en los últimos (veinte) años, en relación al uso del suelo y
del agua (con fines agropecuarios) y a la distribución poblacional.
El paisaje rural de la Región del
Bermejo conforma la unidad de análisis
de la investigación geográfica. Dicha región está conformada por tres
departamentos: el Departamento Vinchina (al Norte), el Departamento General
Lamadrid (en el centro de la región) y el Departamento Coronel Felipe Varela
(en el sur de la región). En ésta región, encontramos configuraciones
paisajísticas con variantes en relación a los tres departamentos y relacionadas
a las disparidades en el crecimiento y distribución de la población, en el uso
del suelo y del agua según las actividades económicas que se practican, en el
surgimiento de nuevas empresas privadas (como la creación de las SAPEM o
nuevas Sociedades Anónimas de Participación Estatal Mayorista para el
desarrollo económico de la provincia y para generación de empleo genuino); dando lugar a transformaciones
lentas en el paisaje rural.
Retomando la importancia del concepto
de región y del análisis que realiza Sormani en cuanto a la influencia que el
sistema capitalista ejerce sobre la configuración de las formaciones sociales
históricas, cabe destacar que la misma se expresa en la organización del
espacio exacerbando su carácter desigual, tanto a escala mundial, nacional,
regional y local. “Nuestro país no escapa
a la dependencia en la que nos sumerge el capitalismo, ya que en el modo de
producción se distinguen claramente dos tipos de regiones: pampeana y extra
pampeana. La primera se posiciona como región central y las regiones
denominadas tempranas (Cuyo y NOA), tuvieron siempre un carácter periférico
dentro del sistema interregional argentino. En este sentido, en cada región se
fueron creando y consolidando sistemas de organización, económica, social y
territorial en función del nivel alcanzado por las fuerzas productivas y de las
relaciones de poder que en ellas se consumaron en cada momento histórico, confiriéndole
un conjunto de particularidades que las convierten en espacios únicos”.
(Alí y Canestro, 2010).
En términos generales, el paisaje en
el Valle del Bermejo, Provincia de La Rioja, presentan una gran variabilidad y
riqueza y se ha caracterizado por ser resultado del uso del suelo y del agua
(calidad y frecuencia, idiosincrasia del productor o herencia de los
antepasados en los sistemas de riego y de cultivo) y de la distribución
poblacional (relacionada con el crecimiento de la población y con los intereses
económicos locales; como así también de factores externos que se relacionan con
las nuevas políticas que obligan al productor agroganadero a orientar la
producción según las demandas del mercado de productos). La expansión agrícola
produce cambios en el uso del suelo y del agua desde las primeras instalaciones
humanas en la región ya que el pequeño productor se basó de su idiosincrasia
(conocimiento del comportamiento de los recursos naturales) para conducir el
agua desde un dique derivador hacia los terrenos de cultivos por canales y
acequias y aprovechar los suelos más fértiles en la región. El mismo, conocía
la composición de los suelos y trabajaba la tierra dedicándola al cultivo de la
vid, trigo, maíz y frutales que se adaptan a las condiciones climáticas y
ecológicas. Así también, reconocía los terrenos más aptos para el cultivo de
forrajes (cebada, alfalfa, avena) dedicados al ganado ovino y caprino. Esta
tradición fue heredada a las generaciones siguientes y actualmente se respeta
el trazado de canales y acequias (a excepción de algunas que fueron clausuradas
cuando aumentó la población, las construcciones urbanas y el trazado de
calles). Aunque han surgido, nuevas explotaciones agrícolas desde empresas
privadas que realizaron estudios hidrogeológicos para el aprovechamiento
intensivo del recurso agua y suelo y traen como consecuencia la transformación
del paisaje rural.
El paisaje se convirtió desde
principios del siglo XIX en objeto esencial de la Geografía. La Geografía
alemana como la Geografía francesa centró su interés por el estudio de los
paisajes. “El paisaje atraviesa hoy una
situación crítica y paradójica. El deterioro de conjuntos paisajísticos
valiosos, la pérdida de tramas construidas del pasado y su sustitución por configuraciones repetidas y banales, sin
integración en el espacio heredado, o la difusión en los medios de comunicación
de soberbios escenarios sin nombre y sin lugar, imágenes de consumo de una
globalización desterritorializada, coinciden con una demanda social creciente
de paisajes de calidad y con la reivindicación cada vez más extendida del
derecho a vivir en entornos paisajísticamente dignos. El paisaje ha pasado así
a formar parte del interés general como un elemento significativo del marco de
vida cotidiano y del bienestar de la población” (Rafael Mata Olmo, 2002). Con esto, Mata Olmo explica que la
crisis del paisaje refleja una problemática contemporánea que aqueja a la
relación sociedad naturaleza ya que la destrucción del paisaje va unida a la
destrucción del territorio.
En este contexto, el paisaje ha
propiciado un interés renovado por el conocimiento científico y por el
desarrollo de métodos orientados a la acción en distintas escalas sobre el
estudio del paisaje. En los últimos años, los estudios de paisaje salen del
ámbito estrictamente académico y se implican en las tareas de proyectar el
territorio con criterios y objetivos paisajísticos desde diferentes disciplinas
que intentan dirigir su mirada a la ordenación del territorio.
Desde la concepción de la Geografía
del paisaje se pretende analizar las transformaciones del paisaje en la Región
del Bermejo (La Rioja) en relación al análisis de las razones y factores que
participaron en la generación de la apariencia actual. Por ello, es preciso
analizar el paisaje en el marco de los contextos naturales, culturales, y
socio-económicos.
La realidad geográfica es muy
dinámica. La geografía del presente es
heredada del pasado pero con la dinámica de la organización del espacio
y la valorización de los recursos que requieren las sociedades actuales. De
modo que, para realizar interpretaciones sobre las transformaciones del paisaje
es indispensable la búsqueda de antecedentes teóricos en diferentes fuentes de
información.
Al referirse al paisaje y ordenación
del territorio se cita como antecedente la obra de Rafael Mata Olmo y Santiago
Fernández Muñoz (2008) quienes presentan propuestas para el paisaje del área
metropolitana de Murcia y comunican los resultados del estudio de ordenación
del paisaje desde la concepción patrimonial y como cualidad del territorio. La
misma aporta criterios metodológicos para el análisis paisajístico con
objetivos de ordenación y resultados sobre las tendencias, valores y problemas
que aquejan a los paisajes de las agriculturas periurbanas y que pueden
adaptarse a la temática central del proyecto. Se destaca también, el papel de
la participación pública en todas las fases del estudio y se aportan propuestas
para la salvaguarda y gestión del paisaje.
Desde un
enfoque histórico y partiendo de la relación entre paisaje e imaginación
geográfica, Denis Cosgrove (2002) en un ensayo “observando la naturaleza: el paisaje y el sentido europeo de la vista”
examina los modos de visión y busca
las relaciones de éstos con las diferentes formas de percibir el espacio. Se
muestra como las imágenes del paisaje construyen, a la vez que reflejan, la
expresión geográfica de identidades sociales e individuales. También se explora
la expresión de identidades sociales en el paisaje. De este modo, constituye un
antecedente a considerar a partir del reconocimiento de significados del
paisaje que las sociedades otorgan en la región de estudio y en el período
establecido.
Entre las investigaciones que se refieren a
los componentes del paisaje se citan como antecedentes: a los estudios de
Eduardo Martínez de Pisón (1989) reflejados en su trabajo “El paisaje: concepto territorial y preservación” que aluden al
concepto geográfico de paisaje en función de su conservación, a la necesidad de
un concepto integrador y a los componentes del paisaje. En el mismo, define al
paisaje como una forma estructurada y una organización dinámica, con volumen,
extensión, situación y peso de la que se desprende su visualización y como
organizaciones dinámicas de objetos -naturales o artefactos- y de sentidos.
Cuando se refiere a componentes el autor expresa: “los instrumentos metodológicos de identificación son tantos como el
carácter de esos elementos requiera, pero –una vez realizado su catálogo y el
de sus posibles agrupaciones- hay que relacionarlos en el paisaje, es decir,
clasificarlos como conjunto, y jerarquizarlos en sus papeles relativos y en los
dominantes que definen preferentemente el paisaje. Porque finalmente, lo que se
debe intentar es comprender su significado en el paisaje. Los elementos de un
paisaje son expresivos de las modalidades geográficas y ambientales, de las
modulaciones y del estado del paisaje”.
Al hablar de la valorización de los
recursos naturales y culturales, Concepción Sanz Herráiz (2000), manifiesta lo difícil de sintetizar la
riqueza y diversidad de paisajes en España porque el paisaje que resulta de la
transformación que han hecho las sociedades humanas, a lo largo del tiempo es
irrepetible, único (no hay dos paisajes iguales, es más, ni siquiera hay dos
miradas iguales sobre un mismo paisaje).
Profundiza sobre los valores productivos, estéticos, sociales y culturales. En
este trabajo, realiza un estudio de los paisajes del sur (macizos montañosos,
sierras y cerros, campiñas, lomas y llanos, valles, vegas, marismas,
acantilados, playas, etc.), los paisajes del norte (la montaña, las nieves, los
puertos y las brañas, los valles, los montes y las depresiones intramontañosas,
los bosques los prados, las gargantas, las rías y bahías), los paisajes del
interior continental o de la meseta y sus bordes (sierras y serranías,
parameras, montes, dilatadas llanuras, valles, vegas, ríos, lagunas), los
paisajes mediterráneos litorales y prelitorales (llanos y glacis, montañas,
corredores, depresiones, cabos y golfos, playas, acantilados, deltas,
albuferas, etc.), paisajes litorales atlántico-cantábricos (marinas, bahías,
rías, marismas,, flechas, puntas, islas, acantilados, rasas, cabos y golfos,
ensenadas, etc.) y los paisajes insulares mediterráneos y atlánticos.
Rafael Mata (2002) estudia el paisaje como “un espacio concreto, pero no
fijo: se inscribe en el tiempo, está en continua evolución: tiempo corto o
tiempo largo según los procesos que sobre él tengan lugar, según los agentes
que sobre él actúen” y continúa expresando: “dada las muchas aproximaciones al
paisaje también son numerosos los métodos que se han puesto en práctica para
estudiarlo. En conjunto, pueden ser clasificados en tres grandes grupos, según
atiendan prioritariamente al paisaje como objeto, a las relaciones de éste con
el sujeto (personal o colectivo) que lo conoce, lo valora y lo modifica, o bien
aspiren a una imagen sintética integrando ambos aspectos”. Lo rescatable del estudio son los
modos de abordar el estudio del paisaje: los métodos físicos-geográficos (que
atienden al paisaje-objeto, sin considerar su relación con el sujeto), los
métodos visuales y de evaluación paisajística (basados en la evaluación
subjetiva del paisaje, es decir, de acuerdo a los niveles de apreciación del
mismo por el sujeto) y los métodos mixtos y sinópticos (son de carácter
cualitativo, ya que persiguen una integración entre las aproximaciones
objetivas y subjetivas). De ellos, se analizarán los más acordes a la presente
investigación y se evaluará el alcance del mismo.
Chioza y Carballo (2006) en su obra “Introducción a la geografía” se
refieren a la organización del espacio geográfico partiendo del análisis como
construcción social y deteniéndose en algunos conceptos básicos para el
análisis espacial: localización, escalas de análisis y relaciones espaciales de
poder y paisaje. Estas autoras opinan que la investigación del hecho geográfico
acerca del mundo actual debe no sólo ocuparse de las descripciones de las
realidades aparentes, sino indagar, principalmente, sobre el modo por el cual
la sociedad produce una particular organización del espacio y consideran en su
obra, la interpretación del paisaje en un área del sur de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, en el Valle de Tafí y en un establecimiento ganadero sobre la
Ruta Provincial Nº5 en la Provincia de Santa Cruz. Estas interpretaciones del
paisaje que parten de la información de los sentidos de las autoras (colores,
luz, texturas, volúmenes, líneas y puntos, de la distribución y forma de
objetos) son decodificados y expresados por el ojo experto. Se consideran para
ello, tres paisajes bien diferenciados: un paisaje urbano, un paisaje rural de
montaña y un paisaje rural de meseta. La experiencia de las autoras permitirá
conducir la interpretación del paisaje considerando sus componentes a partir de
un relevamiento fotográfico aéreo
realizado en la Región del Bermejo.
Las dificultades de una teoría
compartida del paisaje son atendidas por Rafael Matta Olmo (2002) en su
investigación sobre “Un concepto de
paisaje para la gestión sostenible del territorio”. El mismo hace
referencia al paisaje como cualidad del territorio, a las representaciones
sociales y a los valores del paisaje. Del desarrollo de estas temáticas
interesa la noción que la Convención Europea del Paisaje (2000) tiene del mismo
como territorio percibido. Constituye un ámbito conceptual de convergencia para
diferentes enfoques disciplinares de estudio del paisaje e implica, además,
compromisos muy importantes para la política paisajística. El paisaje como territorio
percibido constituye un punto fundamental de encuentro entre objeto y sujeto,
entre el ser y su visibilidad. Concibe además, la idea de carácter del paisaje
y afirma que “El paisaje es, en su
configuración formal, la huella de la sociedad sobre la naturaleza y sobre
paisajes anteriores, la marca o señal que imprime “carácter” a cada
territorio”. Desde aquí se despliega el entendimiento del paisaje como
patrimonio y de la importancia de preservarlo en su carácter del territorio.
Ramón José Díaz (1989) en
su obra “La Rioja, encrucijada de aridez
y esperanza” presenta la idea de estudio del paisaje y de sus componentes a
lo largo de varios capítulos. Una cita tomada del mismo, alude a que la
actividad agrícola “constituye todo un sistema de ordenaciones espaciales
(forma de los campos y sus delimitaciones) y temporales, en sus relaciones con
técnicas y vínculos sociales (regímenes de propiedad, tenencia de la tierra,
etc.). Es un hecho complejo que determina un modo de vida, organiza el
territorio y hasta crea un paisaje propio” (1989). Analiza además, los
componentes del paisaje urbano y rural que constituirán una fuente de consulta
para la presente investigación.
Riesgo Chueca, P. (2008) en su obra “Región, comarca, lugar: escalas de referencia en
la metodología del paisaje” afirma que: “Los estudios del paisaje han detectado homogeneidades en ámbitos
diversos, destacando afinidades de comportamiento y condiciones similares de
contorno que permiten ordenar jerárquicamente distintos conjuntos espaciales.
La necesidad de clasificar surge no sólo de consideraciones teóricas, sino
también de la conveniencia de ajustar la metodología del paisaje al ámbito de
intervención política. De ahí numerosas propuestas de clasificación
taxonómica”. De esta manera, la escala es entendida en un sentido flexible
y no meramente cuantitativo o dimensional. Como ilustración de ello, se
presenta un recorrido por tres niveles destacados —región, comarca, lugar— en
las escalas del paisaje, mostrando rasgos específicos de sus metodologías; de
los cuales nos permitirán ahondar en la investigación propuesta,
posicionándonos en uno de los niveles de análisis.
Horacio Capel (1981) “Filosofía y ciencia en la Geografía
contemporánea” nos introduce en el marco teórico-epistemológico del estudio
del paisaje en la Ciencia geográfica ya que hace referencia en uno de sus
capítulos al objeto esencial de la investigación geográfica a principios del
siglo XIX (el paisaje) y analiza las concepciones desde la Geografía Alemana y
desde la Geografía francesa; lo cual permitirá el análisis desde el marco
teórico en cuestión.
Desde el
concepto paisaje-territorio, George Bertrand (2008) “Un paisaje más profundo: de la epistemología al método” parte del
paradigma basado en el sistema paisajístico territorializado; es decir un
método adaptado a los interrogantes del medio ambiente y la ordenación
territorial. Los mismos constituyen un material de consulta muy interesante ya
que propone el trabajo de un inventario pre-paisajístico del paisaje-territorio
fundamentado en la necesidad de múltiples encuestas y trabajos de campo. Así
también, el autor propone, la matriz de lectura de los paisajes cuya función es
aclarar la organización territorial del paisaje partiendo de niveles
territoriales concretos. Un ejemplo del Pays d´Orthe, matriz que implica 6
niveles realizada a partir de datos iconográficos existentes: mapas, dibujos,
bloques diagramas, fotografías antiguas y actuales y modelizaciones diversas.
Estos niveles serán adaptados a la problemática de nuestra investigación y de
acuerdo a cada tipo de paisaje regional.
En la
construcción del marco teórico de la investigación es imprescindible
aproximarnos a conceptos básicos en relación a la problemática planteada
(relación entre espacio geográfico, territorio y paisaje):
El análisis
de un paisaje y el reconocimiento de sus lógicas invisibles permiten el
acercamiento a la frontera de lo territorial, y la vinculación de esas lógicas
con procesos generales de la teoría social, política, económica y cultural,
posibilita la aproximación al abordaje propio del espacio geográfico.
Considerando
las implicancias del marco teórico, es preciso detenerse en los siguientes
párrafos para analizar los aportes teóricos que se hacen, en relación al tema
central de la investigación. Constituyen una descripción detallada de cada uno
de los elementos de la teoría que serán directamente utilizados en el
desarrollo de la investigación e incluyen relaciones significativas entre los
conceptos de espacio geográfico, territorio y paisaje.
El espacio
geográfico es la categoría más abstracta y expresa la relación existente entre
la sociedad y la naturaleza, mientras que el territorio constituye la categoría
que contempla el espacio geográfico valorizado en el que influye el poder
político: “es la noción utilizada para
referirse al escenario de la vida y del trabajo de las sociedades, y engloba al
conjunto de los procesos de reproducción, en sentido amplio, de las distintas
sociedades del globo” (Brunet, 1993). George Bertrand (2008) asocia el paisaje al territorio y
propone una escenificación paisajista, la representación de un territorio
complejo en su compleja y diversa cotidianidad. Así, en su obra expresa: “un paisaje siempre asociado a un
territorio, al más sensible de los problemas del medio ambiente y de la
ordenación territorial”.
El espacio geográfico es el espacio
accesible al hombre, usado por la humanidad para su existencia (incluye
tierras, costas, mares y aires), que tiene localización y que evoluciona con el
tiempo: “Aunque cada punto del espacio
puede ser localizado, lo que importa es su situación en relación con un
conjunto en el cual se inscribe y las relaciones que mantiene con los diversos
medios de los que forma parte. Ese espacio geográfico se forma y evoluciona
partiendo de unos conjuntos de relaciones, que se establecen en el marco
concreto de la superficie de la tierra. El espacio geográfico se presenta como
el soporte de unos sistemas de relaciones, determinándose unas a partir de los
elementos del medio físico, y las otras procedentes de las sociedades humanas
que ordenan el espacio en función de la densidad de poblamiento, de la
organización social y económica, del nivel de las técnicas, en una palabra, de
todo el tupido tejido histórico que constituye una civilización” (Oliver Dollfus, 1982). Además, el espacio
geográfico constituye un conjunto de formas representativas de las relaciones
que se manifiestan por medio de los procesos y funciones. Es así, que: “el espacio
debe considerarse como un conjunto indisociable en el que participan, por un
lado, cierta combinación de objetos geográficos, objetos naturales y objetos
sociales y, por el otro, la vida que los colma; es decir, la sociedad en
movimiento”(Milton Santos, 1991).
Es
preciso detenernos también en el análisis territorial, es decir, descubrir las
lógicas invisibles y su relación con el espacio geográfico. Moraes y Da Costa
(1993) definen al territorio como “el espacio efectivamente usado, tasado o en
reserva, resumen de las relaciones históricas entre la sociedad y la
naturaleza”. Mientras que el paisaje, hace referencia a la imagen visual
que tenemos de un espacio geográfico. Sentimos hablar de paisajes bellos e
intensos o de paisajes tenues. Milton Santos (1994) explica que “el término paisaje alude a la dimensión
observable y fisonómica del territorio, es decir, a su modo de presentación a
los sentidos”.
La consideración territorial y
patrimonial del paisaje conduce a su tratamiento político, a las acciones
paisajísticas, a los agentes y a los recursos precisos para su conservación,
mantenimiento y recualificación. Matta Olmo y Fernández Muñoz (2010) propone el
reconocimiento de la territorialidad del paisaje, presente en la propia
definición de la Convención Europea, es decir, el entendimiento del paisaje como
una cualidad del territorio: “supone
dirigir la atención a todos los paisajes, a las bellezas sobresalientes, pero
también a paisajes más ordinarios, banales incluso, que constituyen los
contextos paisajísticos de la vida cotidiana de la gente. Asumir la
territorialidad del paisaje supone también abordar sus cambios e incorporarlos
a las tareas de análisis, de diagnóstico y, sobre todo, de ordenación”.
Después de
analizar las conceptualizaciones del espacio geográfico en relación al
territorio, hay que definir al paisaje. Los paisajes constituyen la apariencia del
espacio geográfico y reflejan las influencias de las fuerzas de la economía, la
cultura y la política. Appadurai (2001) reconoce cinco dimensiones del paisaje
contemporáneo: étnico, mediático, financiero, tecnológico e ideológico. Con
ello, explica que los paisajes urbanos como rurales combinan rasgos culturales,
económicos y políticos atravesados por los efectos de la globalización: el
avance de la tecnología, de la ciencia, de los medios de comunicación masiva,
de la difusión rápida de la información, etc.
Las
transformaciones del paisaje son el resultado de la influencia de las fuerzas económicas,
culturales y políticas. Bolos, Capdevila y Gómez Ortiz (2009) hacen alusión a
que el estudio del paisaje debe poder referirse a cualquier ámbito del
territorio, sean cuales fueren sus dimensiones y contenidos, y hacerlo de
manera consecuente con la expresión resultante de un proceso histórico vivo
(haciendo referencia al tiempo).
En la actual investigación se apunta a las alteraciones del paisaje en la Región del Bermejo en
los últimos veinte años. Por lo tanto, otro concepto a definir es el tiempo. Como dice Moraes y Da Costa (1993) “el
tiempo materializado en los paisajes” debemos rastrearlo en cada caso y
explica que en cada momento histórico los territorios y paisajes cobran
significados diferentes. A la vez, es preciso destacar las principales
características de los paisajes en cada momento histórico: sus componentes
sociales y naturales, las relaciones existentes entre ellos, los actores
sociales que despliegan sus vidas y sus producciones, las razones y lógicas de
sus acciones, las formas espaciales resultantes, entre otros. Por ello, Moraes
y Da Costa aluden a distintos tiempos: rápidos y lentos, de coyuntura y
estructura, cortos, medianos y largos. Ellos presentan distintas duraciones y
ritmos y reflejan cambios en la cultura, la política, el ambiente, la
tecnología, la economía, etc.
Los paisajes
constituyen la cara visible de procesos de conformación territorial
particular y exhiben conjuntos de
objetos que se fijaron progresivamente con el tiempo. Milton Santos (1996)
explica que “la idea de acumulación
histórica-material y simbólica- de objetos y acciones sobre la superficie
terrestre sugiere que las formas espaciales revelan las condiciones sociales,
económicas, culturales, políticas, tecnológicas y ambientales de la época en
que fueron creadas y, a la vez, tienen funciones propias del presente”.
Así también, es destacable el
concepto que Denis Cosgrove presenta en su obra, donde analiza las relaciones
entre paisaje y la imaginación geográfica desde un enfoque histórico: “La idea de paisaje es la expresión más
significativa del intento histórico de reunir imagen visual y mundo material,
es resultado de un proceso”.
Las citas anteriores, reflejan que el
paisaje no es únicamente naturaleza, el paisaje implica también componentes
culturales: construcciones, rutas, plazas, monumentos, parcelas agrícolas,
cercados, etc. Por ello, Bertrand (2008) nos dice: “El paisaje no es la naturaleza y no hay naturaleza paisajística. La
artificialización es la regla a partir del doble proceso de antropización
(impacto de las sociedades en los medios) y sobre todo de la socialización
(construcción cultural de la naturaleza)” y continua afirmando que el
paisaje más artificial conserva siempre, una parte natural (de procesos
bio-físicos). De todos modos, el estudio se dirige al análisis del paisaje
natural; como así también a los cambios surgidos en las últimas décadas,
transformaciones que revelan la construcción cultural a lo largo de la historia
de los pueblos. En relación a ello, Teodoro Lasanta Martínez y David Nogués
Bravo (2002) advierten que el estudio de lo natural y de los paisajes agrarios
constituye temas de dilatada tradición y son recurrentes a la Geografía.
En
conclusión, a lo largo
de la historia diferentes culturas se han interesado por el estudio del
paisaje; notándose grandes discrepancias basadas en características sociales,
culturales y geográficas de cada civilización; como así también en el panorama
científico y filosófico. En los últimos decenios del siglo XIX se contempla una
reacción neta contra el positivismo y el naturalismo, que en la Geografía
coincide con el desarrollo de la escuela regional y del paisaje y con inflexión
en la metodología científica que acepta ahora facultades como la intuición y
desvía el objetivo hacia la comprensión de la realidad compleja. Por ello, Jean
Brunhes expresaba que hacer un verdadero estudio geográfico de un país, es
verlo y comprenderlo (por medio del uso de la intuición).
Ante este panorama, y desde
principios del Siglo XIX el paisaje se convierte en un objeto esencial de la
investigación geográfica; aceptándose que la combinación de los fenómenos en la
superficie terrestre se traduce en tipos diferentes de paisajes “landschaften, Landscapes, paysages”. A
su vez, cada región se traduce en un paisaje. Con esta idea, se encaminará el
análisis del paisaje en la Región del Bermejo descubriendo diferencias en los
tres departamentos que la conforman.
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