jueves, 31 de julio de 2014

La imaginación político-territorial de la Argentina

Teoría Política
Lic. Adriana Mercedes González
Magister en Estudios Sociales

La temática de análisis corresponde a los textos “Postales Argentinas” de Graciela Silvestri y “Buenos Aires y el país: figuraciones de una fractura” de Adrián Gorelik. Ambos, nos permiten la reflexión sobre la visión del país y la idea de la patria que se construyó en los primeros años del siglo XX; como así también, de la contraposición entre Buenos Aires y el país, el desvanecimiento de esa contraposición (tiempos más tarde) y la forma en que se multiplica la fractura como base del nuevo modelo de país, a raíz de la modernización.
El primer texto, reconoce que a fines del siglo XX  estaba instalada la necesidad de articular las formas de la naturaleza local con la argentinidad y que la imagen del territorio nacional  se resumía para los argentinos en cuatro imágenes paisajísticas: Buenos Aires (paisaje de las pampas), El Tupungato (paisaje andino), las Cataratas del Iguazú (zona tropical), Tierra del Fuego (paisaje austral). Graciela Silvestri sostiene: “es a fines del año 1930 que se consolida una forma común de entender y apreciar el territorio argentino, forma que se resumía en un grupo limitado de imágenes paisajísticas referidas a escenas existentes, que para ser legitimadas como dignas embajadoras de nuestra tierra debían cumplir con dos características: ser sublimes y naturales”-1-
De esta manera, el Correo Argentino refleja esta idea y lo demuestra incorporando en su primera serie paisajística en 1939 varios paisajes que luego se institucionalizan como nacionales: a las Cataratas del Iguazú y a dos vistas del Parque Nahuel Huapi; más tarde: a la Quebrada de Humahuaca y el Fitz Roy y a mediados de los años 30, a la Pampa, el Cristo Redentor (en Mendoza) y el Puente del Inca. Por ello, Silvestri reconoce a la naturaleza como el único capital, en ese entonces y afirma: “era el suelo el anclaje firme de las representaciones”-2-
Además, reflexiona y se interroga constantemente sobre las tramas culturales, técnicas y materiales que contribuyen a la identificación de estos paisajes como emblemas argentinos, aclarando, de alguna manera, que la noción del paisaje lleva implícita  la belleza natural. Es así, que los medios más habituales para representar paisajes lo constituyen en éste siglo, la fotografía y el cine y los paisajes reproducidos constituyen el instrumento más importante en la construcción de la idea de patria.
Una serie de prácticas sociales, testimonian el estado de esta cuestión: los viajes turísticos o periodísticos (pasatiempo de postales, cromos y estampas) y la enseñanza de la Geografía en las escuelas. En el primer caso, los viajes y postales conformaban una educación pictórica novedosa ya que los primeros álbumes de postales se articulaban con las primeras guías turísticas y mejoraban en su reproducción constantemente. Si bien, apasionaba a las mujeres, acercaba a los hombres en general a las tierras lejanas mediante la difusión de paisajes turísticos. El tema de representación en las postales, era el progreso donde variaban desde edificios públicos, calles, plazas, puertos, montañas, sierras o mar. Así, numerosos paisajes naturales o artificiales fueron recobrando un interés distinto pero que no alcanzaban a fijar valores característicos de regiones naturales que permitieran condensar el patrimonio patrio. Sin embargo, el espíritu nacional ha sido objeto de crítica en los estudios referidos a la literatura, a la enseñanza pública y a la pintura. Constituye un ejemplo claro, el hecho de que los  pintores: ”Giudice, Ballerini, Sívori o Mendialaharzu como los primeros en incursionar en paisajes con carácter propio, “liberados” de las escenas de costumbres e inspirados en la tierra nativa…”-3-. La pintura de paisaje resulta una de las claves para acceder al ideal de una pintura nacional. Otro ejemplo, nos permite analizar la crítica realizada hacia las estampas y definidas como “dibujo anémico, banal y superficial hasta el fastidio”. Otro tanto, cobra significatividad cuando se critica el desfasaje entre lo que proponían los diseños curriculares de la época y lo que se impartía como arte en las escuelas y donde Malharro en su obra “El dibujo en la escuela primaria” explica que el objetivo no es formar artistas, sino preparar para las exigencias múltiples de la vida, en relación con las líneas generales que imparte el Ministerio para todas las materias: “El tema no era el conocimiento del arte sino la utilización de la habilidad o el apoyo a otras asignaturas”-4-
En el segundo caso, la enseñanza de la Geografía en las escuelas operó en el cruce entre las imágenes paradigmáticas y el sentimiento nacional consolidando su propósito en el estudio de paisajes y de regiones argentinas. Se realizó, por lo tanto, la identificación de caracteres homogéneos regionales desde el poder central, reuniendo figura y significación.: “La Geografía es el estudio que más cautiva a los niños por cuanto sólo pide memoria sin ejercicio de la razón. Así es que en las escuelas donde hay grandes mapas murales, se comienza la Geografía con la lectura, pues los ojos bastan para aprenderla, y en los tratadillos preciosos norteamericanos más papel hacen las figuras de animales peculiares de cada país y los trajes de los habitantes, que las palabras que los explican”-5-   Es así, que autores como Acevedo Díaz (1940) en su obra “Grandes Regiones Naturales Argentinas” caracteriza a la región andina, a las llanuras chaco-bonaerenses, a la Mesopotamia y a la meseta patagónica y Federico Daus (1944) escribe e identifica 8 subregiones: regiones de montaña, el Chaco, la Mesopotamia, la Pampa oriental y occidental, la Patagonia extraandina y la Antártida.
Como ya se dijo, los paisajes considerados como representantes de la nación argentina cumplen con dos características: son sublimes y naturales y deben diferenciarse lo suficiente entre ellos para representar a las riquezas del país. La clave está en la forma y las cualidades que se le exigen para conservar el sentimiento patriótico (orgullo, pasión, claridad o nobleza del lenguaje y sensación de infinitud). Es de destacar que la dimensión de lo sublime patriótico, apoyada en el misterio natural remite a fecundidad económica y al poder.
Silvestri sostiene: “Las características de la forma no hablan sólo de la imagen, sino también de la idea de patria que se construyó. Las formas de visión son formas de comprensión del mundo; se encuentran dentro del horizonte posible, en cada época, de la actividad formadora de imágenes, pero, especialmente cuando se acomodan a esquemas convencionales de tan larga duración, hablan también de la forma en que se quiere presentar al objeto, sabiendo que éste sin duda causará, dentro de esa retórica recurrente, el efecto calculado”.-6  -
Múltiples son los ejemplos que aluden a la forma y al significado que se le otorga a los paisajes argentinos: la obra “Mis montañas” de Rafael Obligado (1893) que caracteriza a la Cordillera de los Andes, la obra “La Cautiva” que caracteriza a la llanura, la obra “El paisaje argentino en función del arte” de Carlos Quiroga quien critica la regionalización y a su vez, la complementa con otros autores. El tema de la pampa ha sido profundizado por la crítica literaria y estética; sin embargo, pocos textos se encuentran relacionados con los paisajes de las Cataratas del Iguazú y el área de Nahuel Huapi y carecen de representaciones literarias, plásticas o arquitectónicas.
En síntesis, el paisaje ha sido entendido de dos maneras complementarias. Puede significar tanto un fragmento del territorio observado, como la forma en que ese territorio es representado. Para Graciela Silvestri, las acepciones territoriales y artísticas del paisaje no pueden diferenciarse. La construcción del paisaje es un proceso de larga duración que involucra la participación activa de diversos agentes del sistema cultural. Las tecnologías de la movilidad y las experiencias turísticas constituyen un aspecto destacado en la producción de los paisajes del siglo XIX, y han sido prácticamente desestimados por la historiografía.
Siguiendo esta dirección reflexiva, vale la pena continuar con la obra de Adrián Gorelik: “Buenos Aires y el país: figuraciones de una fractura” que supone analizar las causas de la contraposición entre Buenos Aires y el país que se generó a lo largo de los siglos XIX y XX y una cantidad de figuraciones que se hicieron capaces de irradiar la historia argentina. Más que identificar oposición entre ideologías en esta obra, se trata de comprender la conformación de una verdadera especialización de los sentidos de la nación. Es la Geografía la que contribuyó a las interpretaciones argentinas sobre la posición de Buenos Aires como zona estratégica en el país (ubicada muy cerca del Mar Argentino, con una amplia salida al mar y que fue entrada estratégica para los colonizadores).
En el siglo XX surgen tres visiones del país que escaparon a la tradicional polaridad entre Buenos Aires y el país. La primera: propuesta por el regionalismo que busca pluralizar el mapa argentino incorporando todas las regiones del viejo país colonial a un catálogo de paisajes para lograr que la vieja Buenos Aires encontrara un lugar en el imaginario nacional junto a las demás regiones, que tenían menos transformaciones. Al respecto, Gorelik sostiene “Lo que este regionalismo parece buscar en su apelación comarcal es la formación de los diversos núcleos de anclaje de una cultura nacional homogeneizada por la tradición colonial-independiente; se trata, por ello, de un regionalismo débil”-7 -
La segunda visión del país es la llamada “pampeano-céntrica” que nos permite analizar la línea de representación del país centrado sobre la pampa y el análisis de la llanura como clave de los males argentinos. Es entonces, que Buenos Aires aparece como expresión de la Pampa y la Pampa como significado de argentinidad.
La tercera visión del país,  que predomina durante la mayor parte del siglo XX es la visión de fractura entre el interior y la metrópoli y como cita Gorelik: “…estructurando una serie blindada de asociaciones: interior sano versus metrópoli enferma; interior espiritual versus metrópoli materialista; interior propio versus metrópolis exótica”- 8  -
Ya en los años ochenta, el problema de la contraposición dejó de activar las imaginaciones sobre la nación. Es aquí, donde el autor formula tres hipótesis para explicar esta ruptura: primero, el surgimiento de nuevas y mayores fracturas a raíz de las oposiciones entre militares y la sociedad o para ser más clara: entre el autoritarismo y la democracia. Una segunda hipótesis, hace pensar en el tópico de los provincianos en Buenos Aires removiendo el ánimo antiurbano de los sectores progresistas dando lugar a que el anonimato de la ciudad sea leído como nuevo margen de libertad. Un tercer supuesto, la decadencia urbana de Buenos Aires que emergía a la caída del régimen militar cambiando la tendencia demográfica y repercutiendo en Buenos Aires, que había debajo de crecer a costa de las ciudades menores del interior (que ahora registrarían mayores ingresos de población migratoria). Por último, la llegada de la democracia como hipótesis, ya que le otorga a la ciudad la función de espacio público, lugar de encuentro y de construcción política.
Un ejemplo en el que el autor se detiene es en la propuesta del traslado de la Capital a Viedma en 1986 por el Presidente Alfonsín. Propuesta, que para Gorelik afectaba el corazón de la vieja contraposición entre Buenos Aires y el país buscando una salida a través de la planificación y la redistribución homogénea de la estructura espacial de la Argentina.
El autor llega a la conclusión de que a pesar de que “la contraposición entre Buenos Aires y el país parezca haberse desvanecido no es porque se hayan resuelto los problemas que generaban la fractura, sino porque ha cambiado su propio carácter”-9 –
Bibliografía
1 y 2 Silvestri, Graciela: “Postales Argentinas” desde pag.111 a 135
3, 4, 5 y 6 Silvestri, Graciela: “Postales Argentinas” desde pag.111 a 135
7 y 8- Gorelik, Adrián: “Buenos Aires y el país: figuraciones de una fractura”- Pag.136 a 161
9- Gorelik, Adrián: “Buenos Aires y el país: figuraciones de una fractura”- Pag.136 a 161


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