Teoría Política
Lic. Adriana Mercedes González
Magister en Estudios Sociales
La temática de
análisis corresponde a los textos “Postales Argentinas” de Graciela Silvestri y
“Buenos Aires y el país: figuraciones de una fractura” de Adrián Gorelik.
Ambos, nos permiten la reflexión sobre la visión del país y la idea de la
patria que se construyó en los primeros años del siglo XX; como así también, de
la contraposición entre Buenos Aires y el país, el desvanecimiento de esa
contraposición (tiempos más tarde) y la forma en que se multiplica la fractura
como base del nuevo modelo de país, a raíz de la modernización.
El primer texto, reconoce que a fines del
siglo XX estaba instalada la necesidad
de articular las formas de la naturaleza local con la argentinidad y que la
imagen del territorio nacional se
resumía para los argentinos en cuatro imágenes paisajísticas: Buenos Aires
(paisaje de las pampas), El Tupungato (paisaje andino), las Cataratas del Iguazú
(zona tropical), Tierra del Fuego (paisaje austral). Graciela Silvestri
sostiene: “es a fines del año 1930 que se
consolida una forma común de entender y apreciar el territorio argentino, forma
que se resumía en un grupo limitado de imágenes paisajísticas referidas a
escenas existentes, que para ser legitimadas como dignas embajadoras de nuestra
tierra debían cumplir con dos características: ser sublimes y naturales”-1-
De esta
manera, el Correo Argentino refleja esta idea y lo demuestra incorporando en su
primera serie paisajística en 1939 varios paisajes que luego se
institucionalizan como nacionales: a las Cataratas del Iguazú y a dos vistas
del Parque Nahuel Huapi; más tarde: a la Quebrada de Humahuaca y el Fitz Roy y
a mediados de los años 30, a la Pampa, el Cristo Redentor (en Mendoza) y el
Puente del Inca. Por ello, Silvestri reconoce a la naturaleza como el único
capital, en ese entonces y afirma: “era
el suelo el anclaje firme de las representaciones”-2-
Además,
reflexiona y se interroga constantemente sobre las tramas culturales, técnicas
y materiales que contribuyen a la identificación de estos paisajes como
emblemas argentinos, aclarando, de alguna manera, que la noción del paisaje
lleva implícita la belleza natural. Es así, que los medios más habituales para representar paisajes lo constituyen en
éste siglo, la fotografía y el cine y los paisajes reproducidos constituyen el
instrumento más importante en la construcción de la idea de patria.
Una serie de
prácticas sociales, testimonian el estado de esta cuestión: los viajes
turísticos o periodísticos (pasatiempo de postales, cromos y estampas) y la
enseñanza de la Geografía en las escuelas. En el primer caso, los viajes y
postales conformaban una educación pictórica novedosa ya que los primeros
álbumes de postales se articulaban con las primeras guías turísticas y
mejoraban en su reproducción constantemente. Si bien, apasionaba a las mujeres,
acercaba a los hombres en general a las tierras lejanas mediante la difusión de
paisajes turísticos. El tema de representación en las postales, era el progreso donde variaban desde edificios
públicos, calles, plazas, puertos, montañas, sierras o mar. Así, numerosos
paisajes naturales o artificiales fueron recobrando un interés distinto pero
que no alcanzaban a fijar valores
característicos de regiones naturales que permitieran condensar el patrimonio
patrio. Sin embargo, el espíritu nacional ha sido objeto de crítica en los
estudios referidos a la literatura, a la enseñanza pública y a la pintura.
Constituye un ejemplo claro, el hecho de que los pintores: ”Giudice,
Ballerini, Sívori o Mendialaharzu como los primeros en incursionar en paisajes
con carácter propio, “liberados” de las escenas de costumbres e inspirados en
la tierra nativa…”-3-. La pintura de paisaje resulta una de las claves para
acceder al ideal de una pintura nacional. Otro ejemplo, nos permite analizar la
crítica realizada hacia las estampas y definidas como “dibujo anémico, banal y
superficial hasta el fastidio”. Otro tanto, cobra significatividad cuando se
critica el desfasaje entre lo que proponían los diseños curriculares de la
época y lo que se impartía como arte en las escuelas y donde Malharro en su
obra “El dibujo en la escuela primaria” explica que el objetivo no es formar
artistas, sino preparar para las exigencias múltiples de la vida, en relación
con las líneas generales que imparte el Ministerio para todas las materias: “El tema no era el conocimiento del arte
sino la utilización de la habilidad o el apoyo a otras asignaturas”-4-
En el segundo
caso, la enseñanza de la Geografía en las escuelas operó en el cruce entre las
imágenes paradigmáticas y el sentimiento nacional consolidando su propósito en
el estudio de paisajes y de regiones argentinas. Se realizó, por lo
tanto, la identificación de caracteres homogéneos regionales desde el poder
central, reuniendo figura y significación.: “La
Geografía es el estudio que más cautiva a los niños por cuanto sólo pide
memoria sin ejercicio de la razón. Así es que en las escuelas donde hay grandes
mapas murales, se comienza la Geografía con la lectura, pues los ojos bastan
para aprenderla, y en los tratadillos preciosos norteamericanos más papel hacen
las figuras de animales peculiares de cada país y los trajes de los habitantes,
que las palabras que los explican”-5-
Es así, que autores como Acevedo Díaz (1940) en su obra “Grandes
Regiones Naturales Argentinas” caracteriza a la región andina, a las llanuras
chaco-bonaerenses, a la Mesopotamia y a la meseta patagónica y Federico Daus
(1944) escribe e identifica 8 subregiones: regiones de montaña, el Chaco, la
Mesopotamia, la Pampa oriental y occidental, la Patagonia extraandina y la
Antártida.
Como ya se
dijo, los paisajes considerados como representantes de la nación argentina
cumplen con dos características: son sublimes
y naturales y deben diferenciarse lo suficiente entre ellos para
representar a las riquezas del país.
La clave está en la forma y las
cualidades que se le exigen para conservar el sentimiento patriótico (orgullo,
pasión, claridad o nobleza del lenguaje y sensación de infinitud). Es de
destacar que la dimensión de lo sublime patriótico, apoyada en el misterio
natural remite a fecundidad económica y
al poder.
Silvestri
sostiene: “Las características de la
forma no hablan sólo de la imagen, sino también de la idea de patria que se
construyó. Las formas de visión son formas de comprensión del mundo; se
encuentran dentro del horizonte posible, en cada época, de la actividad
formadora de imágenes, pero, especialmente cuando se acomodan a esquemas
convencionales de tan larga duración, hablan también de la forma en que se
quiere presentar al objeto, sabiendo que éste sin duda causará, dentro de esa
retórica recurrente, el efecto calculado”.-6 -
Múltiples son
los ejemplos que aluden a la forma y al significado que se le otorga a los
paisajes argentinos: la obra “Mis montañas” de Rafael Obligado (1893) que
caracteriza a la Cordillera de los Andes, la obra “La Cautiva” que caracteriza
a la llanura, la obra “El paisaje argentino en función del arte” de Carlos
Quiroga quien critica la regionalización y a su vez, la complementa con otros
autores. El tema de la pampa ha sido profundizado por la crítica literaria y
estética; sin embargo, pocos textos se encuentran relacionados con los paisajes
de las Cataratas del Iguazú y el área de Nahuel Huapi y carecen de
representaciones literarias, plásticas o arquitectónicas.
En síntesis,
el paisaje ha sido entendido de dos maneras complementarias. Puede significar
tanto un fragmento del territorio observado, como la forma en que ese
territorio es representado. Para Graciela Silvestri, las acepciones
territoriales y artísticas del paisaje no pueden diferenciarse. La
construcción del paisaje es un proceso de larga duración que involucra la
participación activa de diversos agentes del sistema cultural. Las tecnologías
de la movilidad y las experiencias turísticas constituyen un aspecto destacado
en la producción de los paisajes del siglo XIX, y han sido prácticamente
desestimados por la historiografía.
Siguiendo esta
dirección reflexiva, vale la pena continuar con la obra de Adrián Gorelik: “Buenos
Aires y el país: figuraciones de una fractura” que supone analizar las causas
de la contraposición entre Buenos Aires y el país que se generó a lo largo de
los siglos XIX y XX y una cantidad de figuraciones
que se hicieron capaces de irradiar la historia argentina. Más que identificar
oposición entre ideologías en esta
obra, se trata de comprender la conformación de una verdadera especialización
de los sentidos de la nación. Es la
Geografía la que contribuyó a las interpretaciones argentinas sobre la posición
de Buenos Aires como zona estratégica en el país (ubicada muy cerca del Mar
Argentino, con una amplia salida al mar y que fue entrada estratégica para los
colonizadores).
En el siglo XX
surgen tres visiones del país que escaparon a la tradicional polaridad entre
Buenos Aires y el país. La primera: propuesta por el regionalismo que busca pluralizar el mapa argentino incorporando
todas las regiones del viejo país colonial a un catálogo de paisajes para
lograr que la vieja Buenos Aires encontrara un lugar en el imaginario nacional
junto a las demás regiones, que tenían menos transformaciones. Al respecto,
Gorelik sostiene “Lo que este
regionalismo parece buscar en su apelación comarcal es la formación de los
diversos núcleos de anclaje de una cultura nacional homogeneizada por la
tradición colonial-independiente; se trata, por ello, de un regionalismo
débil”-7 -
La segunda
visión del país es la llamada “pampeano-céntrica”
que nos permite analizar la línea de representación del país centrado sobre la
pampa y el análisis de la llanura como clave de los males argentinos. Es
entonces, que Buenos Aires aparece como expresión de la Pampa y la Pampa como
significado de argentinidad.
La tercera
visión del país, que predomina durante
la mayor parte del siglo XX es la visión de fractura
entre el interior y la metrópoli y como cita Gorelik: “…estructurando una serie blindada de asociaciones: interior sano
versus metrópoli enferma; interior espiritual versus metrópoli materialista;
interior propio versus metrópolis exótica”- 8 -
Ya en los años
ochenta, el problema de la contraposición dejó de activar las imaginaciones
sobre la nación. Es aquí, donde el autor formula tres hipótesis para explicar
esta ruptura: primero, el surgimiento de nuevas y mayores fracturas a raíz de las oposiciones entre militares y la
sociedad o para ser más clara: entre el autoritarismo y la democracia. Una
segunda hipótesis, hace pensar en el tópico de los provincianos en Buenos Aires removiendo el ánimo antiurbano de los
sectores progresistas dando lugar a que el anonimato de la ciudad sea leído
como nuevo margen de libertad. Un tercer supuesto, la decadencia urbana de
Buenos Aires que emergía a la caída del régimen
militar cambiando la tendencia demográfica y repercutiendo en Buenos Aires,
que había debajo de crecer a costa de las ciudades menores del interior (que
ahora registrarían mayores ingresos de población migratoria). Por último, la
llegada de la democracia como
hipótesis, ya que le otorga a la ciudad la función de espacio público, lugar de
encuentro y de construcción política.
Un ejemplo en
el que el autor se detiene es en la propuesta del traslado de la Capital a
Viedma en 1986 por el Presidente Alfonsín. Propuesta, que para Gorelik afectaba
el corazón de la vieja contraposición entre Buenos Aires y el país buscando una
salida a través de la planificación y la redistribución homogénea de la
estructura espacial de la Argentina.
El autor llega
a la conclusión de que a pesar de que “la
contraposición entre Buenos Aires y el país parezca haberse desvanecido no es
porque se hayan resuelto los problemas que generaban la fractura, sino porque
ha cambiado su propio carácter”-9 –
Bibliografía
1 y 2 Silvestri, Graciela: “Postales Argentinas” desde
pag.111 a 135
3, 4, 5 y 6 Silvestri, Graciela: “Postales Argentinas” desde
pag.111 a 135
7 y 8- Gorelik, Adrián: “Buenos Aires y el país: figuraciones
de una fractura”- Pag.136 a 161
9- Gorelik, Adrián: “Buenos Aires y el país: figuraciones de
una fractura”- Pag.136 a 161
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