jueves, 31 de julio de 2014

Cuestiones de método en Geografía


Estudio del paisaje en la Región del Bermejo, La Rioja.
Prof.Lic.Adriana Mercedes González
Magister en Estudios Sociales

Partiendo de la hipótesis de la tesis doctoral, de que El actual paisaje en la Región del Bermejo de la Provincia de La Rioja es el resultado de la acción humana en el uso de los recursos naturales (agua y suelo) con fines agropecuarios y se encuentra en estrecha relación con el crecimiento y distribución poblacional produciendo lentas transformaciones del paisaje en el período 1990-2010” (González, 2012), se plantea el siguiente ensayo como una manera de reflexionar sobre las diferentes teorías del paisaje existentes a lo largo de la historia, para luego encuadrar el proyecto de tesis doctoral. Todo ello, partiendo del estudio dinámico de las categorías fundadoras de la Geografía desde la reflexión teórica sobre el espacio y el paisaje en el período actual.

La Geografía propone algo más que describir paisajes, pues la simple descripción nos da elementos suficientes para una comprensión global de aquello que pretendemos conocer geográficamente, la organización de los espacios. Sin embargo, “la fisonomía del espacio geográfico puede ser de suma utilidad para el análisis geográfico cuando se lo aborda superando lo aparente o lo anecdótico. Es decir, superando la descripción de sus rasgos a modo de una fotografía hablada, ir más allá y preguntarnos acerca de las razones y factores que participaron en la generación de una determinada apariencia”. (Chioza y Carballo, 2006).    
El paisaje, en efecto, se convirtió desde principios del siglo XIX en un objeto esencial de la investigación geográfica. Se aceptó que “la combinación de los fenómenos en la superficie terrestre se traduce en tipos diferentes de paisajes (Landschaften, Landscapes, paysages) en unas morfologías diferenciadas del territorio” (Capel, 1981). “En Alemania, el concepto Kulturlandschaft fue introducido por Otto Schluter (1872-1952) que insistió en la noción de paisaje como objeto de la Geografía y en la importancia de describir de forma precisa el paisaje, punto de partida para una posterior clasificación y en analizar su génesis y su evolución a partir del primitivo paisaje natural, así como su organización funcional” (Capel, 1981).
La preocupación por la asociación del paisaje y actividad económica o desde la línea culturalista aparece en otros autores. “Desde el primer enfoque se puede mencionar la obra de Leo Weibel (1888-1951) al hablar de paisajes económicos resultado de cada tipo de economía de un lugar. Con respecto al segundo enfoque, la obra de Oscar Schmieder (nacido en 1891) que remarca la preocupación por la transformación de los paisajes en relación con la influencia de la acción humana, y en particular se interesó por el problema del paso desde los paisajes naturales a los paisajes culturales” (Capel, 1981).

El estudio del paisaje es evidente también en la Geografía Francesa. Vidal de La Blache utilizó en varias ocasiones el término de clara raíz humboldtiana, el de “fisonomía” como reflejo de las relaciones entre diversos fenómenos físicos y biológicos y le asignó a la Geografía, la tarea especial de estudiar las expresiones cambiantes que revisten, según los lugares, la fisonomía de la tierra. Así mismo, “Max Sorre afirma en un artículo publicado en 1958 que toda Geografía radica en el análisis de la Geografía del paisaje” (Capel, 1981).
El paisaje resulta de la relación entre tres niveles de la configuración: “una estructura en que se fundamenta, una forma en que se materializa y una faz en que se manifiesta” (Martínez de Pisón, 1998). La región se traduce en un paisaje y éste es reflejo de las relaciones que se establecen entre elementos naturales y humanos. “El paisaje es la expresión sensible de una larga trama de interrelaciones establecidas entre la sociedad y el territorio; y este análisis nos permite aproximarnos a la interpretación de lo percibido y aparente a nuestros sentidos como expresión de las fuerzas profundas que han contribuido a su configuración” (Chioza y Carballo, 2006).                  
En el marco de esta caracterización general del estudio del paisaje, esta propuesta tiene como finalidad realizar un aporte desde la Geografía como una manera de reconocer la forma y disposición de los fenómenos de la superficie en tanto que son perceptibles por los sentidos. Desde esta postura, se analizará como problemática: las transformaciones del paisaje; reconociendo además, que los paisajes constituyen las configuraciones de los espacios geográficos, que además de ejercer las funciones territoriales básicas de esos espacios, son capaces de tener una intensa influencia moral y cultural. En este sentido, nos introducimos en la temática central del análisis de las transformaciones en el paisaje rural en la Región del Bermejo en los últimos (veinte) años, en relación al uso del suelo y del agua (con fines agropecuarios) y a la distribución poblacional.
El paisaje rural de la Región del Bermejo  conforma la unidad de análisis de la investigación geográfica. Dicha región está conformada por tres departamentos: el Departamento Vinchina (al Norte), el Departamento General Lamadrid (en el centro de la región) y el Departamento Coronel Felipe Varela (en el sur de la región). En ésta región, encontramos configuraciones paisajísticas con variantes en relación a los tres departamentos y relacionadas a las disparidades en el crecimiento y distribución de la población, en el uso del suelo y del agua según las actividades económicas que se practican, en el surgimiento de nuevas empresas privadas (como la creación de las SAPEM o nuevas Sociedades Anónimas de Participación Estatal Mayorista para el desarrollo económico de la provincia y para generación de empleo genuino); dando lugar a transformaciones lentas en el paisaje rural.
Retomando la importancia del concepto de región y del análisis que realiza Sormani en cuanto a la influencia que el sistema capitalista ejerce sobre la configuración de las formaciones sociales históricas, cabe destacar que la misma se expresa en la organización del espacio exacerbando su carácter desigual, tanto a escala mundial, nacional, regional y local. “Nuestro país no escapa a la dependencia en la que nos sumerge el capitalismo, ya que en el modo de producción se distinguen claramente dos tipos de regiones: pampeana y extra pampeana. La primera se posiciona como región central y las regiones denominadas tempranas (Cuyo y NOA), tuvieron siempre un carácter periférico dentro del sistema interregional argentino. En este sentido, en cada región se fueron creando y consolidando sistemas de organización, económica, social y territorial en función del nivel alcanzado por las fuerzas productivas y de las relaciones de poder que en ellas se consumaron en cada momento histórico, confiriéndole un conjunto de particularidades que las convierten en espacios únicos”. (Alí y Canestro, 2010).
En términos generales, el paisaje en el Valle del Bermejo, Provincia de La Rioja, presentan una gran variabilidad y riqueza y se ha caracterizado por ser resultado del uso del suelo y del agua (calidad y frecuencia, idiosincrasia del productor o herencia de los antepasados en los sistemas de riego y de cultivo) y de la distribución poblacional (relacionada con el crecimiento de la población y con los intereses económicos locales; como así también de factores externos que se relacionan con las nuevas políticas que obligan al productor agroganadero a orientar la producción según las demandas del mercado de productos). La expansión agrícola produce cambios en el uso del suelo y del agua desde las primeras instalaciones humanas en la región ya que el pequeño productor se basó de su idiosincrasia (conocimiento del comportamiento de los recursos naturales) para conducir el agua desde un dique derivador hacia los terrenos de cultivos por canales y acequias y aprovechar los suelos más fértiles en la región. El mismo, conocía la composición de los suelos y trabajaba la tierra dedicándola al cultivo de la vid, trigo, maíz y frutales que se adaptan a las condiciones climáticas y ecológicas. Así también, reconocía los terrenos más aptos para el cultivo de forrajes (cebada, alfalfa, avena) dedicados al ganado ovino y caprino. Esta tradición fue heredada a las generaciones siguientes y actualmente se respeta el trazado de canales y acequias (a excepción de algunas que fueron clausuradas cuando aumentó la población, las construcciones urbanas y el trazado de calles). Aunque han surgido, nuevas explotaciones agrícolas desde empresas privadas que realizaron estudios hidrogeológicos para el aprovechamiento intensivo del recurso agua y suelo y traen como consecuencia la transformación del paisaje rural.
El paisaje se convirtió desde principios del siglo XIX en objeto esencial de la Geografía. La Geografía alemana como la Geografía francesa centró su interés por el estudio de los paisajes. “El paisaje atraviesa hoy una situación crítica y paradójica. El deterioro de conjuntos paisajísticos valiosos, la pérdida de tramas construidas del pasado y su sustitución  por configuraciones repetidas y banales, sin integración en el espacio heredado, o la difusión en los medios de comunicación de soberbios escenarios sin nombre y sin lugar, imágenes de consumo de una globalización desterritorializada, coinciden con una demanda social creciente de paisajes de calidad y con la reivindicación cada vez más extendida del derecho a vivir en entornos paisajísticamente dignos. El paisaje ha pasado así a formar parte del interés general como un elemento significativo del marco de vida cotidiano y del bienestar de la población” (Rafael Mata Olmo,  2002). Con esto, Mata Olmo explica que la crisis del paisaje refleja una problemática contemporánea que aqueja a la relación sociedad naturaleza ya que la destrucción del paisaje va unida a la destrucción del territorio.
En este contexto, el paisaje ha propiciado un interés renovado por el conocimiento científico y por el desarrollo de métodos orientados a la acción en distintas escalas sobre el estudio del paisaje. En los últimos años, los estudios de paisaje salen del ámbito estrictamente académico y se implican en las tareas de proyectar el territorio con criterios y objetivos paisajísticos desde diferentes disciplinas que intentan dirigir su mirada a la ordenación del territorio.
Desde la concepción de la Geografía del paisaje se pretende analizar las transformaciones del paisaje en la Región del Bermejo (La Rioja) en relación al análisis de las razones y factores que participaron en la generación de la apariencia actual. Por ello, es preciso analizar el paisaje en el marco de los contextos naturales, culturales, y socio-económicos.
La realidad geográfica es muy dinámica. La geografía del presente es  heredada del pasado pero con la dinámica de la organización del espacio y la valorización de los recursos que requieren las sociedades actuales. De modo que, para realizar interpretaciones sobre las transformaciones del paisaje es indispensable la búsqueda de antecedentes teóricos en diferentes fuentes de información.
Al referirse al paisaje y ordenación del territorio se cita como antecedente la obra de Rafael Mata Olmo y Santiago Fernández Muñoz (2008) quienes presentan propuestas para el paisaje del área metropolitana de Murcia y comunican los resultados del estudio de ordenación del paisaje desde la concepción patrimonial y como cualidad del territorio. La misma aporta criterios metodológicos para el análisis paisajístico con objetivos de ordenación y resultados sobre las tendencias, valores y problemas que aquejan a los paisajes de las agriculturas periurbanas y que pueden adaptarse a la temática central del proyecto. Se destaca también, el papel de la participación pública en todas las fases del estudio y se aportan propuestas para la salvaguarda y gestión del paisaje.
Desde un enfoque histórico y partiendo de la relación entre paisaje e imaginación geográfica, Denis Cosgrove (2002) en un ensayo “observando la naturaleza: el paisaje y el sentido europeo de la vista” examina los modos de visión y  busca las relaciones de éstos con las diferentes formas de percibir el espacio. Se muestra como las imágenes del paisaje construyen, a la vez que reflejan, la expresión geográfica de identidades sociales e individuales. También se explora la expresión de identidades sociales en el paisaje. De este modo, constituye un antecedente a considerar a partir del reconocimiento de significados del paisaje que las sociedades otorgan en la región de estudio y en el período establecido.
 Entre las investigaciones que se refieren a los componentes del paisaje se citan como antecedentes: a los estudios de Eduardo Martínez de Pisón (1989) reflejados en su trabajo “El paisaje: concepto territorial y preservación” que aluden al concepto geográfico de paisaje en función de su conservación, a la necesidad de un concepto integrador y a los componentes del paisaje. En el mismo, define al paisaje como una forma estructurada y una organización dinámica, con volumen, extensión, situación y peso de la que se desprende su visualización y como organizaciones dinámicas de objetos -naturales o artefactos- y de sentidos. Cuando se refiere a componentes el autor expresa: “los instrumentos metodológicos de identificación son tantos como el carácter de esos elementos requiera, pero –una vez realizado su catálogo y el de sus posibles agrupaciones- hay que relacionarlos en el paisaje, es decir, clasificarlos como conjunto, y jerarquizarlos en sus papeles relativos y en los dominantes que definen preferentemente el paisaje. Porque finalmente, lo que se debe intentar es comprender su significado en el paisaje. Los elementos de un paisaje son expresivos de las modalidades geográficas y ambientales, de las modulaciones y del estado del paisaje”.
Al hablar de la valorización de los recursos naturales y culturales, Concepción Sanz Herráiz (2000), manifiesta lo difícil de sintetizar la riqueza y diversidad de paisajes en España porque el paisaje que resulta de la transformación que han hecho las sociedades humanas, a lo largo del tiempo es irrepetible, único (no hay dos paisajes iguales, es más, ni siquiera hay dos miradas iguales sobre un  mismo paisaje). Profundiza sobre los valores productivos, estéticos, sociales y culturales. En este trabajo, realiza un estudio de los paisajes del sur (macizos montañosos, sierras y cerros, campiñas, lomas y llanos, valles, vegas, marismas, acantilados, playas, etc.), los paisajes del norte (la montaña, las nieves, los puertos y las brañas, los valles, los montes y las depresiones intramontañosas, los bosques los prados, las gargantas, las rías y bahías), los paisajes del interior continental o de la meseta y sus bordes (sierras y serranías, parameras, montes, dilatadas llanuras, valles, vegas, ríos, lagunas), los paisajes mediterráneos litorales y prelitorales (llanos y glacis, montañas, corredores, depresiones, cabos y golfos, playas, acantilados, deltas, albuferas, etc.), paisajes litorales atlántico-cantábricos (marinas, bahías, rías, marismas,, flechas, puntas, islas, acantilados, rasas, cabos y golfos, ensenadas, etc.) y los paisajes insulares mediterráneos y atlánticos.
Rafael Mata (2002) estudia el paisaje como “un espacio concreto, pero no fijo: se inscribe en el tiempo, está en continua evolución: tiempo corto o tiempo largo según los procesos que sobre él tengan lugar, según los agentes que sobre él actúen” y continúa expresando: “dada las muchas aproximaciones al paisaje también son numerosos los métodos que se han puesto en práctica para estudiarlo. En conjunto, pueden ser clasificados en tres grandes grupos, según atiendan prioritariamente al paisaje como objeto, a las relaciones de éste con el sujeto (personal o colectivo) que lo conoce, lo valora y lo modifica, o bien aspiren a una imagen sintética integrando ambos aspectos”. Lo rescatable del estudio son los modos de abordar el estudio del paisaje: los métodos físicos-geográficos (que atienden al paisaje-objeto, sin considerar su relación con el sujeto), los métodos visuales y de evaluación paisajística (basados en la evaluación subjetiva del paisaje, es decir, de acuerdo a los niveles de apreciación del mismo por el sujeto) y los métodos mixtos y sinópticos (son de carácter cualitativo, ya que persiguen una integración entre las aproximaciones objetivas y subjetivas). De ellos, se analizarán los más acordes a la presente investigación y se evaluará el alcance del mismo.
Chioza y Carballo (2006) en su obra “Introducción a la geografía” se refieren a la organización del espacio geográfico partiendo del análisis como construcción social y deteniéndose en algunos conceptos básicos para el análisis espacial: localización, escalas de análisis y relaciones espaciales de poder y paisaje. Estas autoras opinan que la investigación del hecho geográfico acerca del mundo actual debe no sólo ocuparse de las descripciones de las realidades aparentes, sino indagar, principalmente, sobre el modo por el cual la sociedad produce una particular organización del espacio y consideran en su obra, la interpretación del paisaje en un área del sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el Valle de Tafí y en un establecimiento ganadero sobre la Ruta Provincial Nº5 en la Provincia de Santa Cruz. Estas interpretaciones del paisaje que parten de la información de los sentidos de las autoras (colores, luz, texturas, volúmenes, líneas y puntos, de la distribución y forma de objetos) son decodificados y expresados por el ojo experto. Se consideran para ello, tres paisajes bien diferenciados: un paisaje urbano, un paisaje rural de montaña y un paisaje rural de meseta. La experiencia de las autoras permitirá conducir la interpretación del paisaje considerando sus componentes a partir de un relevamiento fotográfico aéreo realizado en la Región del Bermejo.
Las dificultades de una teoría compartida del paisaje son atendidas por Rafael Matta Olmo (2002) en su investigación sobre “Un concepto de paisaje para la gestión sostenible del territorio”. El mismo hace referencia al paisaje como cualidad del territorio, a las representaciones sociales y a los valores del paisaje. Del desarrollo de estas temáticas interesa la noción que la Convención Europea del Paisaje (2000) tiene del mismo como territorio percibido. Constituye un ámbito conceptual de convergencia para diferentes enfoques disciplinares de estudio del paisaje e implica, además, compromisos muy importantes para la política paisajística. El paisaje como territorio percibido constituye un punto fundamental de encuentro entre objeto y sujeto, entre el ser y su visibilidad. Concibe además, la idea de carácter del paisaje y afirma que El paisaje es, en su configuración formal, la huella de la sociedad sobre la naturaleza y sobre paisajes anteriores, la marca o señal que imprime “carácter” a cada territorio”. Desde aquí se despliega el entendimiento del paisaje como patrimonio y de la importancia de preservarlo en su carácter del territorio.
Ramón José Díaz (1989) en su obra “La Rioja, encrucijada de aridez y esperanza” presenta la idea de estudio del paisaje y de sus componentes a lo largo de varios capítulos. Una cita tomada del mismo, alude a que la actividad agrícola “constituye todo un sistema de ordenaciones espaciales (forma de los campos y sus delimitaciones) y temporales, en sus relaciones con técnicas y vínculos sociales (regímenes de propiedad, tenencia de la tierra, etc.). Es un hecho complejo que determina un modo de vida, organiza el territorio y hasta crea un paisaje propio” (1989). Analiza además, los componentes del paisaje urbano y rural que constituirán una fuente de consulta para la presente investigación.
Riesgo  Chueca, P. (2008) en su obraRegión, comarca, lugar: escalas de referencia en la metodología del paisaje” afirma que: “Los estudios del paisaje han detectado homogeneidades en ámbitos diversos, destacando afinidades de comportamiento y condiciones similares de contorno que permiten ordenar jerárquicamente distintos conjuntos espaciales. La necesidad de clasificar surge no sólo de consideraciones teóricas, sino también de la conveniencia de ajustar la metodología del paisaje al ámbito de intervención política. De ahí numerosas propuestas de clasificación taxonómica”. De esta manera, la escala es entendida en un sentido flexible y no meramente cuantitativo o dimensional. Como ilustración de ello, se presenta un recorrido por tres niveles destacados —región, comarca, lugar— en las escalas del paisaje, mostrando rasgos específicos de sus metodologías; de los cuales nos permitirán ahondar en la investigación propuesta, posicionándonos en uno de los niveles de análisis.
Horacio Capel (1981) “Filosofía y ciencia en la Geografía contemporánea” nos introduce en el marco teórico-epistemológico del estudio del paisaje en la Ciencia geográfica ya que hace referencia en uno de sus capítulos al objeto esencial de la investigación geográfica a principios del siglo XIX (el paisaje) y analiza las concepciones desde la Geografía Alemana y desde la Geografía francesa; lo cual permitirá el análisis desde el marco teórico en cuestión.
Desde el concepto paisaje-territorio, George Bertrand (2008) “Un paisaje más profundo: de la epistemología al método” parte del paradigma basado en el sistema paisajístico territorializado; es decir un método adaptado a los interrogantes del medio ambiente y la ordenación territorial. Los mismos constituyen un material de consulta muy interesante ya que propone el trabajo de un inventario pre-paisajístico del paisaje-territorio fundamentado en la necesidad de múltiples encuestas y trabajos de campo. Así también, el autor propone, la matriz de lectura de los paisajes cuya función es aclarar la organización territorial del paisaje partiendo de niveles territoriales concretos. Un ejemplo del Pays d´Orthe, matriz que implica 6 niveles realizada a partir de datos iconográficos existentes: mapas, dibujos, bloques diagramas, fotografías antiguas y actuales y modelizaciones diversas. Estos niveles serán adaptados a la problemática de nuestra investigación y de acuerdo a cada tipo de paisaje regional.
En la construcción del marco teórico de la investigación es imprescindible aproximarnos a conceptos básicos en relación a la problemática planteada (relación entre espacio geográfico, territorio y paisaje):
El análisis de un paisaje y el reconocimiento de sus lógicas invisibles permiten el acercamiento a la frontera de lo territorial, y la vinculación de esas lógicas con procesos generales de la teoría social, política, económica y cultural, posibilita la aproximación al abordaje propio del espacio geográfico.
Considerando las implicancias del marco teórico, es preciso detenerse en los siguientes párrafos para analizar los aportes teóricos que se hacen, en relación al tema central de la investigación. Constituyen una descripción detallada de cada uno de los elementos de la teoría que serán directamente utilizados en el desarrollo de la investigación e incluyen relaciones significativas entre los conceptos de espacio geográfico, territorio y paisaje.
El espacio geográfico es la categoría más abstracta y expresa la relación existente entre la sociedad y la naturaleza, mientras que el territorio constituye la categoría que contempla el espacio geográfico valorizado en el que influye el poder político: “es la noción utilizada para referirse al escenario de la vida y del trabajo de las sociedades, y engloba al conjunto de los procesos de reproducción, en sentido amplio, de las distintas sociedades del globo” (Brunet, 1993). George Bertrand (2008) asocia el paisaje al territorio y propone una escenificación paisajista, la representación de un territorio complejo en su compleja y diversa cotidianidad. Así, en su obra expresa: “un paisaje siempre asociado a un territorio, al más sensible de los problemas del medio ambiente y de la ordenación territorial”.
El espacio geográfico es el espacio accesible al hombre, usado por la humanidad para su existencia (incluye tierras, costas, mares y aires), que tiene localización y que evoluciona con el tiempo: “Aunque cada punto del espacio puede ser localizado, lo que importa es su situación en relación con un conjunto en el cual se inscribe y las relaciones que mantiene con los diversos medios de los que forma parte. Ese espacio geográfico se forma y evoluciona partiendo de unos conjuntos de relaciones, que se establecen en el marco concreto de la superficie de la tierra. El espacio geográfico se presenta como el soporte de unos sistemas de relaciones, determinándose unas a partir de los elementos del medio físico, y las otras procedentes de las sociedades humanas que ordenan el espacio en función de la densidad de poblamiento, de la organización social y económica, del nivel de las técnicas, en una palabra, de todo el tupido tejido histórico que constituye una civilización”  (Oliver Dollfus, 1982). Además, el espacio geográfico constituye un conjunto de formas representativas de las relaciones que se manifiestan por medio de los procesos y funciones. Es así, que: “el espacio debe considerarse como un conjunto indisociable en el que participan, por un lado, cierta combinación de objetos geográficos, objetos naturales y objetos sociales y, por el otro, la vida que los colma; es decir, la sociedad en movimiento”(Milton Santos, 1991).
Es preciso detenernos también en el análisis territorial, es decir, descubrir las lógicas invisibles y su relación con el espacio geográfico. Moraes y Da Costa (1993) definen al territorio como “el espacio efectivamente usado, tasado o en reserva, resumen de las relaciones históricas entre la sociedad y la naturaleza”. Mientras que el paisaje, hace referencia a la imagen visual que tenemos de un espacio geográfico. Sentimos hablar de paisajes bellos e intensos o de paisajes tenues. Milton Santos (1994) explica que “el término paisaje alude a la dimensión observable y fisonómica del territorio, es decir, a su modo de presentación a los sentidos”.
La consideración territorial y patrimonial del paisaje conduce a su tratamiento político, a las acciones paisajísticas, a los agentes y a los recursos precisos para su conservación, mantenimiento y recualificación. Matta Olmo y Fernández Muñoz (2010) propone el reconocimiento de la territorialidad del paisaje, presente en la propia definición de la Convención Europea, es decir, el entendimiento del paisaje como una cualidad del territorio: “supone dirigir la atención a todos los paisajes, a las bellezas sobresalientes, pero también a paisajes más ordinarios, banales incluso, que constituyen los contextos paisajísticos de la vida cotidiana de la gente. Asumir la territorialidad del paisaje supone también abordar sus cambios e incorporarlos a las tareas de análisis, de diagnóstico y, sobre todo, de ordenación”.
Después de analizar las conceptualizaciones del espacio geográfico en relación al territorio, hay que definir al paisaje.  Los paisajes constituyen la apariencia del espacio geográfico y reflejan las influencias de las fuerzas de la economía, la cultura y la política. Appadurai (2001) reconoce cinco dimensiones del paisaje contemporáneo: étnico, mediático, financiero, tecnológico e ideológico. Con ello, explica que los paisajes urbanos como rurales combinan rasgos culturales, económicos y políticos atravesados por los efectos de la globalización: el avance de la tecnología, de la ciencia, de los medios de comunicación masiva, de la difusión rápida de la información, etc.
Las transformaciones del paisaje son el resultado de la  influencia de las fuerzas económicas, culturales y políticas. Bolos, Capdevila y Gómez Ortiz (2009) hacen alusión a que el estudio del paisaje debe poder referirse a cualquier ámbito del territorio, sean cuales fueren sus dimensiones y contenidos, y hacerlo de manera consecuente con la expresión resultante de un proceso histórico vivo (haciendo referencia al tiempo).
En la actual investigación se apunta a las alteraciones del paisaje en la Región del Bermejo en los últimos veinte años. Por lo tanto, otro concepto a definir es el tiempo. Como dice Moraes y Da Costa (1993) “el tiempo materializado en los paisajes” debemos rastrearlo en cada caso y explica que en cada momento histórico los territorios y paisajes cobran significados diferentes. A la vez, es preciso destacar las principales características de los paisajes en cada momento histórico: sus componentes sociales y naturales, las relaciones existentes entre ellos, los actores sociales que despliegan sus vidas y sus producciones, las razones y lógicas de sus acciones, las formas espaciales resultantes, entre otros. Por ello, Moraes y Da Costa aluden a distintos tiempos: rápidos y lentos, de coyuntura y estructura, cortos, medianos y largos. Ellos presentan distintas duraciones y ritmos y reflejan cambios en la cultura, la política, el ambiente, la tecnología, la economía, etc.
Los paisajes constituyen la cara visible de procesos de conformación territorial particular  y exhiben conjuntos de objetos que se fijaron progresivamente con el tiempo. Milton Santos (1996) explica que “la idea de acumulación histórica-material y simbólica- de objetos y acciones sobre la superficie terrestre sugiere que las formas espaciales revelan las condiciones sociales, económicas, culturales, políticas, tecnológicas y ambientales de la época en que fueron creadas y, a la vez, tienen funciones propias del presente”.
Así también, es destacable el concepto que Denis Cosgrove presenta en su obra, donde analiza las relaciones entre paisaje y la imaginación geográfica desde un enfoque histórico: “La idea de paisaje es la expresión más significativa del intento histórico de reunir imagen visual y mundo material, es resultado de un proceso”.
Las citas anteriores, reflejan que el paisaje no es únicamente naturaleza, el paisaje implica también componentes culturales: construcciones, rutas, plazas, monumentos, parcelas agrícolas, cercados, etc. Por ello, Bertrand (2008) nos dice: “El paisaje no es la naturaleza y no hay naturaleza paisajística. La artificialización es la regla a partir del doble proceso de antropización (impacto de las sociedades en los medios) y sobre todo de la socialización (construcción cultural de la naturaleza)” y continua afirmando que el paisaje más artificial conserva siempre, una parte natural (de procesos bio-físicos). De todos modos, el estudio se dirige al análisis del paisaje natural; como así también a los cambios surgidos en las últimas décadas, transformaciones que revelan la construcción cultural a lo largo de la historia de los pueblos. En relación a ello, Teodoro Lasanta Martínez y David Nogués Bravo (2002) advierten que el estudio de lo natural y de los paisajes agrarios constituye temas de dilatada tradición y son recurrentes a la Geografía.
En conclusión, a lo largo de la historia diferentes culturas se han interesado por el estudio del paisaje; notándose grandes discrepancias basadas en características sociales, culturales y geográficas de cada civilización; como así también en el panorama científico y filosófico. En los últimos decenios del siglo XIX se contempla una reacción neta contra el positivismo y el naturalismo, que en la Geografía coincide con el desarrollo de la escuela regional y del paisaje y con inflexión en la metodología científica que acepta ahora facultades como la intuición y desvía el objetivo hacia la comprensión de la realidad compleja. Por ello, Jean Brunhes expresaba que hacer un verdadero estudio geográfico de un país, es verlo y comprenderlo (por medio del uso de la intuición).
Ante este panorama, y desde principios del Siglo XIX el paisaje se convierte en un objeto esencial de la investigación geográfica; aceptándose que la combinación de los fenómenos en la superficie terrestre se traduce en tipos diferentes de paisajes “landschaften, Landscapes, paysages”. A su vez, cada región se traduce en un paisaje. Con esta idea, se encaminará el análisis del paisaje en la Región del Bermejo descubriendo diferencias en los tres departamentos que la conforman.


Bibliografía
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